Desde una viga del techo, la imagen era dantesca y absurda, casi cómica, pensaba él, como en una película antigua pixelada por las aspas del ventilador de techo, un calor ambiental de justicia y un gélido aliento apenas exhalado por su garganta menguante. Calambres en las piernas, chispazo de luces en la mirada, rigidez de cuello y descomposición de vientre, no hay duda, la presbicia me está matando…
En una de sus manos, el papel de un polvorón con diminuta fecha de caducidad, de hace dos años…