miércoles, 30 de noviembre de 2016

Nota: dos puntos

Espero que puedas perdonarme: aquel día cuando sonó el teléfono y me preguntaron si era tu mujer, prácticamente te enterré, incineré la mitad de mi vida, con el tiempo, la incertidumbre me hizo volátil, despreocupada, desposeída, casi díscola y algo lujuriosa, me escondí bajo el paraguas de tu encierro y me entregué a una muerte en vida, llena de barras y sombras, vacía de sentimientos pero llena de pieles, jugos y 
sexo, hoy tengo la bicha dentro, mi cuerpo fuera de mí y conozco el final de tu secuestro cuando ya me estoy de incertidumbre, vergüenza, locura y pena muriendo.

-       Su mujer dejó ayer esta nota para usted

martes, 22 de noviembre de 2016

Barca de interior…


“No era el mar pero se le parecía”, le decía aquel niño a sus compañeros a gritos mientras ellos entre risas le daban la espalda. Lloraba de impotencia.
En un pueblo de interior, como aquel, el mar no era poca broma y haberlo visto y tocado, podía implicar un nivel de popularidad sublime.
Juan, no pudo homologar en su infancia aquellas vacaciones en el lago al inmenso logro salino.
Por eso, hoy desde su barcaza tiende sus pálidas y rocosas manos de interior a otras más oscuras, tenues, trémulas y húmedas, mientras canta en otra lengua “No es la tierra pero se parece”. Llora de impotencia, todavía.