lunes, 29 de noviembre de 2010

Mujer Compuesta

tuve que esperar a soñarte
nunca hubiera sido capaz de haberte imaginado
tuve que ser capaz de abrazarte
para poder tenerte, algún día
desnuda y durmiendo a mi ladO
más simple y clara que la luz de aquel día
un haz de ilusión de color de calor de cariño, de ternura
juventud, madurez, vejez, vigilia inquietante y ángel futura
encontraré todos tus rasgos en los rastros de la pasada luna

rodearé con mi brazo descubierto tu cuerpo sutil e intenso, a tí, amada mía, ser de aire y fuego, etérea superlativa, me amararé con tus cabellos por siempre a tu eterna cinturA

domingo, 21 de noviembre de 2010

Pequeñas Infamias


imfame, inflamable, insustancial y agotable
infalible, sublime, injustificable y mezquino
inflable, injustificable, insubordinado y amable
caricatura de sí mismo
locura itinerante y sorpresiva
cordura permanente que va y viene
Carmen que te imaginas aquellos hilos invisibles
letra tras letra formando palabras feas y bellas
figuras glamurosas y esbeltas inseguras de su forma
que persiguen otros temas y suspiran nuevos lemas
aventuras que se nublan tras la infancia
grandes ganas de vivir escenarios de otros roles dimanantes
alimentando para siempre, pequeñas infamias giganteS

sábado, 20 de noviembre de 2010

Neruda


sospecharé sobre aquello que dibujaste bajo la piedra
lúgubre y rodeado de lombrices, aquello que tú creaste
fue como aquello que nunca me dijiste
bastará salir del mundo para verte con perspectiva suficiente
astro de sentimientos pensados, de pensamientos sintientes
cincel de lo reaccionario a golpe de hoz y martillo
nunca callado ni ausente, por eso fuiste demonio alado y maldito
y escribiste los versos más bellos aquella noche triste y oscura
cuentas pendientes que nunca se ajustaron con, ni sin holgura
cuando te leo mi razón no tiene dudas
de aquellas dos nubes blancas que sobre el cielo juntas vuelan o de la mano caminan
una debe ser la inspiración, pero la otra seguro que es NerudA

domingo, 7 de noviembre de 2010

Capítulo II. Con el alma se nace, pero de vez en cuando se pierde y en ocasiones, para toda la vida…





La naturaleza muerta del escenario, no la resucitaba ni el paulatino desnudo indolente de los árboles, ni aquella pequeña ave por la que todos suspirábamos ni por supuesto esas presas potenciales que nos sentimos incapaces de colocar en este decorado, tampoco el viento osaba pasear por aquí, ni por diminuta grieta, ni rendija subterránea inexistente ni por la lógica corriente que los dos callejones debían provocar, las hojas sin sabia, caían rendidas y agitaban las otras hojas en su descenso que sin vida como los árboles no se resistían a caer, simplemente no caían para formar parte del amasijo de montañas de hojas, casi pasta, en lo que se estaba convirtiendo aquella alfombra ocre que ya era mucho más parda. Por que humedad si había aunque no hubiese cristal donde se condensase, excepto aquel del escaparate sin vida alguna dentro que generase el contraste calorífico necesario para que esto ocurra, ni hueso humano o animal que se resintiese de este rigor climático, no existe reuma sin vida, tampoco había rastro alguno de frío ni atisbamos en el panorama síntomas de calor, pero todos, el que escribe y cuenta y los que leen e imaginan, sabemos que esta mañana entre las nueve y las diez, era gélida. 



El devenir de las líneas, el tiempo en sentido figurado, nos ensimisma de tal modo y nos aburre tanto que la aparición de un alma, por más triste que esta sea, parece ser la única forma de sacarnos aún a tirones de los pelos de este tedio en el que todos nos hemos metido, no olvidemos que voluntario, aunque es de sentido común que los humanos nos aburrimos por gusto siempre o por falta precisamente de humanidad. En estas divagaciones gratuitas, parece estar ocurriendo algo, ya que el leve murmullo de silencio que de esta plaza llegaba, pareció enmudecer en un movimiento sutil y circular, creando un torbellino de estrépito y vacío empezando en la parte trasera de la iglesia, cayendo por las copas de los árboles, moviendo apenas nada la amalgama de hojas muertas del suelo, pasando por el callejón de la izquierda y deteniéndose en el de la derecha, por el que se ve aparecer una mano que levanta la solapa de un sombrero gris que parece llevar un hombre con bigote. 



Ese bigote, que recuerda mucho a aquellos con los que algunos sueñan y con los que la inmensa mayoría hemos tenido pesadillas, entra en la plaza girado hacia la izquierda, hasta que la esquina que le separa de la Librería, le permite por fin verla, momento en el que la vista se dirige al suelo, juraremos que de nuevo aunque no lo hayamos visto antes y los pasos hacia el centro entre los dos árboles, dirección al otro callejón. El hombre, de mediana edad, mediana estatura y mediano peso, quita su mano de la solapa del sombrero que había levantado para mirar a la librería y la introduce en el bolsillo derecho de su loden color verde loden, la otra mano, si es que tiene, en el otro bolsillo, el izquierdo. El ritmo cadencioso de sus pasos, contrastaba con la apatía de los mismos, pero lo que más llamaba la poca atención que nos llama del personaje, es el cuidado que éste estaba teniendo con el pavimento y sus fortuitos adornos, pareciera que no quisiera dejar constancia de haber estado allí, cuando ya se encontraba en el centro de la plaza, donde se detiene, saca su mano derecha y mira el reloj de oro que se escondía en la muñeca, bajo el loden, un jersey fino de lana gris y una camisa blanca de raso, después de un largo lapso de tiempo solo para ver la hora, una nueva mirada a la Librería y de nuevo el cuidadoso desfile cadencioso apático hasta salir por el lado opuesto al que apareció, regresa el murmullo silencioso y seguimos a la espera de un alma que nos ayude a contar lo que pretendemos. 



Los primeros rastros que no rayos de sol que llegan a la plaza, lo hacen atravesando las oquedades del campanario, y reflejándose en el escaparate de la librería, son estos mismos, los que nos permiten, después de una observación más certera, ver unos hilillos de humo que parecen de cigarrillo salir del callejón colocado a la izquierda de la librería y que nos atrevemos a decir que no pertenecen al hombre que miraba su reloj de oro en su mano derecha, la inercia de sus pasos le tuvieron que llevar más lejos que a esa esquina y no parecía muy dispuesto a desandar su desfile marcial, esta teoría peregrina basada solo en un deseo, nos lleva a pensar que esos zapatos que vemos cuando la ilusión nos agudiza un poco más la vista, pertenecen a unos pies diferentes a los que antes respetaban el manto de hojas, entre otras cosas, por que en la punta de los mismos no hay precisamente pulcritud, si no más bien desgana y dejadez, están muy sucios para ir en el mismo cuerpo que aquel abrigo de antes. 



En cualquier caso, las palabras esconden mucho más de lo que parece, y significan mucho menos de lo que deseamos, la comodidad de empezar este relato en el próximo capítulo, no se le escapará a nadie, pero tampoco a quien conoce el universo cóncavo a la vez que convexo de las vidas que giran entorno a esta librería en esta plaza que de no ser por el establecimiento no existiría ni en mi imaginación ni lo hará tampoco en su memoria, pero la situación me exige que esto sea así, de momento tenemos una ausencia total de motivación alguna, dos árboles indolentes que no deberían ni de ser talados, ya que no deberían ni existir, aparentan tener años y años de vida, pero han sido plantados y regados en un abrir y cerrar de ojos o en un abrir y dejar abierto de pensamientos, ya son mayores y acaban de nacer, de hecho, en este preciso instante podríamos borrarlos, sesgarlos de raíz, quedarían los arriates que los contienen y la historia sería la misma, es más, lo ocurrido sería lo mismo también si nunca hubiesen estado allí, podemos también tapiar la plaza entera, poner la librería, y a su librero en otro lugar, ellos si que no pueden faltar, pero la plaza existe desde antes incluso o quizá al mismo tiempo, como ese hombre que la cruzó sin aportarnos nada, podría no haber pasado, pero para pasar, necesitaba la plaza, o como ese otro que fuma, que sabemos que es un hombre por el tamaño de sus pies, podría no estar fumando, podría fumar en otro sitio donde no lo viésemos y podría también no existir, pero existe y lo conoceremos y tal vez nos alegremos de haberlo conocido, me refiero a todos nosotros, o tal vez ya lo conozcamos pero no nos hayamos dado cuenta. A todo esto, en la plaza ha entrado un hombre con un maletín de cuero marrón que se dirige directamente hacia esa librería con ese lema tan peculiar “Libros pintados y de escritores inéditos”.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A Antonio

Yo era uno de esos niños que soñaban un caballo de cartón, allá en nuestra tierra de humedades y niebla densa por las mañanas, dolor de garganta y mantas mojadas.
Pude tenerte en mis manos y tocar aunque con guantes, aquellos papeles en los que Manuel y tú, decíais que la Lola se iba a los puertos, líneas que se entrecruzaban, que se superponían, palabras abrazándose entre ellas y dos hermanos,  sin saber bien lo que hacían. Juan de Mairena calculaba la fecha de su nacimiento en tu mente y mis manos lo vieron todo…
Te fuiste y el mozo tuvo amores, y sufrimiento y anclas a la vida, muchos poemas y los tuyos, y libros y más hermanos y el amor con mayúsculas y otro niño que asiendo a su padre por la crin, le mira con los ojos de la ilusión y rompe cualquier monotonía de lluvia que pueda haber tras los cristales.
Y tus rimas, dulces sedosas, tus rimas prodigiosas me evocan tantísimas cosas…y nunca perseguiste la gloria y aquí estás en todas nuestras memorias, en las memorias del camino, de la yerba, de los montes y del mar, porque no hiciste camino, pariste poemas para andar y al volver la vista atrás, todo vivo, todo quieto, tus versos la mejor postal…
Mis recuerdos, también son de niño, en un patio de Sevilla y de mayor seré aquel mismo que tus canciones repita, poeta de verso simple, maestro de extrañas lenguas, albañil de sentimientos, carpintero de silencios, con Leonor te imagino, abrazados y sin miedo, con la escalera prestada, con la que subisteis al cielo, andalucito que te fuiste,  del mundo te guarde dios, y a los que te queremos recordar, al volver sobre tus pasos, golpe a golpe, soñaremos, con tus letras, porque poeta, ya no hay versos, sólo dos estelas ocres en la mar, una se llama Antonio y la otra libertad…

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El desorden de tu nombre


busqué ayuda y sin saberlo a tus pies caí rendido
imagen onírica de aquella que se fue,
lucidez tras fondo de angustia
a mi jardín tú has venido
hablaba con él, sin saberlo, tu amante yo, él tu marido
trasfondo de secretos casuales
casualidades secretas

charlas profesionales para reconstruir mis personales ruinas
rosa de pétalos multicolor, de dulce aroma, de largas espinas

ciego de manos y bizco de oído
nunca quise ser para ti aquel otro hombre
nunca tuve ganas de volar sin abrazarme a tu ombligo
nunca quise poner jamás mayor armonía
que tus pasos cadenciosos por el parque
cualquier tarde fría, ocre
obnubilado con tu cuerpo
y el desorden de tu nombrE

martes, 2 de noviembre de 2010

NO VUELVAS...

no te tires de mi cuerpo hacia la cama
no te creas que mis ganas siguen vivas
no te sientas de mis piernas prisionera
no te duelas como corona de espinas
no me digas que te quiera con locura
no te dignes a calmar mis agonías
no me toques, no me mires, no me sigas
te suplico que no me cuentes tu vida
no malgastes tu saliva con la mía
no padezcas mis fervores ni mis iras
no me aclames, no me oigas no me beses, no me insistas, no te rías
no me bebas, no me comas, no me gimas
no me arranques de mi cuerpo tu cintura
no te quedes con las ganas de la luna
no me ganes con desdén el sol naciente
no des dentro esas arcadas matutinas
no me ahorques con palabras biensonantes
no te calles sin querer, saber quererme y sin dolerme
no me uses, no me hagas, no me cojas no me des, no me duermas madrugadas, no me claves tu vaivén
no me enseñes tus secretos
no me secuestres después
no me riñas con silencio
no silencies tus orgasmos en el fondo de otro cuerpo
no me dejes más tu hueco, no me vuelvas ya más cuerdo, no te vayas, no te vengas, no te muevas, no te pares, no me llores, no padezcas, no supliques, no lamentes, no suspires, no despiertes, no te duermas, sé tu dueña y ordénate a no volver

la vida, tres o cuatro historias, un par de cuentos y una novela redonda y eterna, la muerte o la soledad latentE