martes, 22 de noviembre de 2016

Barca de interior…


“No era el mar pero se le parecía”, le decía aquel niño a sus compañeros a gritos mientras ellos entre risas le daban la espalda. Lloraba de impotencia.
En un pueblo de interior, como aquel, el mar no era poca broma y haberlo visto y tocado, podía implicar un nivel de popularidad sublime.
Juan, no pudo homologar en su infancia aquellas vacaciones en el lago al inmenso logro salino.
Por eso, hoy desde su barcaza tiende sus pálidas y rocosas manos de interior a otras más oscuras, tenues, trémulas y húmedas, mientras canta en otra lengua “No es la tierra pero se parece”. Llora de impotencia, todavía.

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