Espero que puedas perdonarme: aquel día cuando sonó el teléfono y me preguntaron si era tu mujer, prácticamente te enterré, incineré la mitad de mi vida, con el tiempo, la incertidumbre me hizo volátil, despreocupada, desposeída, casi díscola y algo lujuriosa, me escondí bajo el paraguas de tu encierro y me entregué a una muerte en vida, llena de barras y sombras, vacía de sentimientos pero llena de pieles, jugos y
sexo, hoy tengo la bicha dentro, mi cuerpo fuera de mí y conozco el final de tu secuestro cuando ya me estoy de incertidumbre, vergüenza, locura y pena muriendo.
- Su mujer dejó ayer esta nota para usted
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