El otro, hombre o mujer, siempre muerto yacería a su lado, sobre la arena arcillosa y bajo el vaho humectante. La sensación siempre la misma y nunca exactamente igual, cada vez más difícil esto de encargos a ciegas. La muerte sube su precio pero baja el de su propia vida, es lo que tiene el cuerpo a cuerpo. Pronto la suerte será otra y otro su manto y otra su lona…mejor no saber de sus víctimas ni el nombre ni el motivo, la conciencia no duerme con dudas pero tampoco juzga sin pruebas…
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