martes, 25 de enero de 2011

Carta

Erase una vez una carta que nunca le llegó al coronel
Ni al nuestro ni a ninguno
No era como la carta aquella que suspiraba por ser abierta por nuestros dedos a jirones
Como aquella de amor correspondido sin ser sabido
Como aquella que no encontraba el momento de acelerar nuestras pulsaciones
Tinta sobre tronco laminado olor a ilusión a desgracia, a sorpresa, a antiguo
Suspiros, temblor, pasión locura y deseo, carne de hoguera y fogón, tierra sobre tripas de calamar, ardor y tacto de la otra persona
Erase una vez la mentira otra más de un gobierno, de nuevo,
Que lástima esperar la justa recompensa al deber cumplido
Mirar al espejo y ver que eres un juguete usado, gastado, viejo, pobre y roto, mientras tu mujer se asfixia al otro lado de la cama
Alimentando tu vida con la esperanza de una barca cochambrosa
Cargada del silencio para aquellos gritos de muerte, de juventud perdida, de injusticia indemne
Las mejores cartas, las que no se esperan, las peores, las que no se escriben, el silencio no mueve ni el amor, ni los demonios, ni cien años de soledad, ni la cólera en los tiempos del amor, ni la hojarasca
El coronel no tiene quien le escriba, ni nadie tuvo nunca esa intención, pero eso sólo pasaba en la ficción, en el mundo real, algunos pensamos en él y nos entregamos a la congoja de un personaje, tierno y entrañable, viudo de hijo y con un carácter y forma de ser admirable… cada viernes en ese embarcadero esperando la lancha que de viento a tus velas, alivio a tu alma, recompensa a tus pesquisas y aliento a la coronela…

1 comentario:

  1. Érase una vez la soledad de la vida perdida o creer haberlo hecho. La lucha por algo que ha dejado solo frialdad y soledad.
    Sentimientos muy a flor de piel hoy en día.
    Besicos muchos.

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