En el lugar más recóndito de la isla había un trozo de
alambre que podría haber servido para salvarle la vida si no se hubiera
empeñado en matar a su mejor enemigo, el concejal de urbanismo.
Sus conocimientos de mecánica contrastaban con su capacidad
para recordar el planning semanal de uso de coches oficiales del cabildo y la
combinación de colores de los mismos.
Nunca recordaba que los lunes le recogían a él a primera
hora y fue el domingo cuando manipuló los frenos del passat negro precisamente,
del mismo color que lo veía todo al desprenderse por el acantilado entre los
gritos del chófer.