Cuando se prendieron las cortinas de la cocina se vio a si misma cruzando la puerta de su celda en la cárcel. Cuando el techo empezó a oscurecerse por el humo del fuego, imaginó a sus hijas llorando por la noche en un frío y oscuro centro de acogida, cuando las gotas de plástico quemado salpicaban al caer, en el charco de sangre, se volvió a ver, esta vez con una sonrisa, saliendo de la cárcel y yendo a conocer a sus nietos, entonces él movió su mano pidiendo ayuda y ella se fue de allí cerrando la puerta.
Nadie volvería a quemar sus sueños…
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