Al otro lado de la ventana, hasta hoy, cada noche, entre las
9 y las 10 se veía la misma escena.
Ella llegaba de la calle de puntillas, él desde la cocina le
levantaba el pulgar mientras calentaba la cena, recontaba bolsas de suero
usadas y rellenaba el pastillero para el día siguiente. Ella entreabría la
puerta del cuarto contiguo, retiraba algún peluche y besaba, ya descalza, en la
frente a su hijo, ya dormido, en la cama.
Hoy sin embargo, ella está tumbada en la cama desierta
mientras él fuma y bebe en el salón directamente de una botella que ya está
vacía…
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