Supe de José Luis allá por el año 1989 o 1990 en un campeonato de España de
juveniles, en Bordils (Gerona) le conocí y le sufrí.
No sabíamos quién era aquel moreno, bajito, "entradito" en carnes incluso, y
hasta guapo, que a todos los equipos les resultaba indefendible, él iba con su
Maristas de Málaga de su infancia y yo con mi Atlético de Madrid de adolescencia…
Resultó ser el mejor jugador de aquel torneo y a nadie le sorprendió ni lo
más mínimo, jugaba balonmano 2.0, aunque en aquel momento dicho concepto no
existía.
Después nuestras vidas fueron paralelas, llegamos a ASOBAL, calculo que a
la vez, nunca coincidimos en ningún club ni en ninguna selección, pero siempre
que nos veíamos y hablábamos, había …eso…
No puedo decir que fuésemos amigos, pero si muy buenos compañeros
dispuestos a charlar de nuestras cosas en cada oportunidad, compañeros de
balonmano.
Nos seguíamos viendo con asiduidad hasta mi repentina retirada, no fue hasta
unos años después en la despedida de nuestro eslabón (Quino Soler) y un poco más
tarde, 2010, calculo, cuando me lo encontré en un vuelo Málaga – Barcelona, él volaba con su último equipo (El Antequera) camino del Palau, yo iba a una reunión de trabajo.
Hablamos durante todo el vuelo, me dijo que se retiraba ya, que había hecho
todo tarde (Licenciarse, casarse, ser padre…) pero que esto no se lo quería
pensar más, que podía seguir un par de años más pero que había llegado la hora
de buscarse la vida de otra forma…
Lo que no sabíamos es que la competición, de verdad, iba a empezar después
de dejar su vida deportiva…
Al cabo de un tiempo, Quino me contó el avanzado estado de la enfermedad de
José Luís, como pudo y como supo, como él es, corazón puro, acto seguido le
llamé.
“Joaquín, que esto hay que jugarlo tío…que yo voy a hacer todo lo que
pueda, que te voy a contar a ti, esto no está terminado, voy a dejarme la piel,
ya verás”
“Quillo, estoy seguro”-le dije “ la vida (o la muerte, pensé), no lo tiene
fácil con nosotros, los partidos, a nosotros hay que ganárnoslos, porque perderlos,
no los perdemos…, para lo que necesites, cuenta conmigo”
Nunca me pidió nada y yo iba preguntándole a Quino, hasta que un día le
llamé y le propuse que nos viésemos, siempre ha estado en buenas manos, pero
solicitamos una opinión más.
Nos vimos una mañana de invierno lluviosa en Benalmádena (Quino, Enrique
Aycart (mi cuñado Cirujano) él, su mujer un poco más tarde y yo) , parte de
él había cambiado, pero la esencia era la misma, era él y siempre,
eternamente, seguirá siendo así, aquellos ojos vivos de juveniles y esa
agilidad al pensar y al decir lo que piensa, cuando jugaba, para hacer lo que
pensaba.
Nos contó con precisión de central e Ingeniero cada una de las fases de su
enfermedad, desayunamos y estuvimos mucho rato hablando de otros compañeros y
curiosamente de aquel campeonato de hacía tanto tiempo en Bordils, para mí, fue
un día fantástico, le dije a mi cuñado, “hoy has estado sentado con dos de los
tres mejores jugadores malagueños de balonmano de la historia..."
Después de aquello, periódicamente he ido preguntándole cómo iba, la última
vez, el 27 de julio, su últimas palabras escritas que tengo son: “Gracias, un
abrazo” hoy, creo que he leído esas tres palabras, unas mil veces…
Pepelu, mañana voy a ir a tu adiós, pero en realidad prefiero decirte “de
nada, otro para ti” como si aquí, no hubiese pasado nada, como si el partido no
hubiese acabado.
Has estado llevándole la contraria al bicho todo este tiempo, en eso eres especialista,
no creo que la genética, por sí sola te llamase a jugar a esto que jugábamos,
pero al llevarle la contraria, lo hiciste, demostrando que tiene más fuerza la
mente que cualquier cuerpo, aunque el tuyo, mañana se vaya…
Pepelu, ha sido un placer conocerte y saber de lo que has sido capaz de aguantar
el marcador todo este tiempo, la puta muerte que te ha llevado, seguro que se
lo piensa la próxima vez que quiera meterse con uno de los nuestros, no se lo
ponemos fácil…
Vete tranquilo, aunque ahora lloramos, te recordamos sonriendo, siempre
sonriendo, siempre feliz y saltando…
enormes palabras...lo conocí siendo yo un crio cuando llegó a Ciudad Real y lo primero que hizo fue ver el entrenamiento de los juveniles de aquella época y sentarse a charlar con los dos centrales del equipo después del entrenamiento. Después saludo a toda la chiquilleria uno a uno (entre los que estaba yo) preguntando que si habiamos estudiado ya para estar allí sentados, eso si con la sonrisa en la cara.
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